Glauco Capozzoli
Glauco Capozzoli, Nacido en Montevideo (Uruguay) en 1929, el grabador y pintor Glauco Capozzoli murió en Zaragoza a los 74 años. Dejar constancia de su trayectoria y recordar su nombre parece ahora doblemente necesario, porque Glauco se había radicado en España en 1971, de manera que su vínculo con el Uruguay se había disipado bastante. En sus años juveniles había estudiado con Ricardo Aguerre y Miguel Angel Pareja en la Escuela Nacional de Bellas Artes, pero a comienzos de la década del 50 Capozzoli ya era un artista en plena actividad, dedicado mayormente al grabado. En ese campo no sólo desplegaría un singular virtuosismo, sino que aplicaría su destreza para el dibujo y una fineza expresiva que se desplegó a través del color: en una época donde la gráfica solía ejercitarse en blanco y negro, los grabados cromáticos de Glauco fueron un indicio de maestría y de dominio técnico nada comunes. Resultó previsible que en 1962 otuviera el Primer Premio como grabador en el Salón Nacional de Bellas Artes, a una altura en que también incursionaba en el estampado textil y hasta en la escenografía teatral. Había que visitar el taller de Capozzoli para observar el rigurosísimo orden que allí imperaba, y que en varios sentidos aparecía como signo de la disciplina que aplicó a su obra. Cuando Eduardo, Víctor Haedo construyó la capilla en su casa de La Azotea (Punta del Este), encargó a Capozzoli un fresco de La Virgen Hilandera, que allí se mantiene y que en su momento fue otro índice de la variada técnica que el artista controlaba, resucitando para esos trabajos murales de gran porte el temple al huevo, un procedimiento que casi nadie manejaba ya. En esos años comenzaron algunos viajes de estudio, exploración y perfeccionamiento que Glauco cumplió por Estados Unidos y Europa. Comenzó también su dedicación a la pintura, un campo donde en adelante volcaría su actividad desarrollando una temática centrada en la figura humana: estampas evocativas, pobladas por presencias femeninas muy estilizadas, filtradas por transparencias y efectos de luz que apoyaban ese refinamiento. Tal producción le permitió a Capozzoli vivir de su trabajo artístico: mantuvo vigente su lazo con la montevideana Galería Bruzzone y con el marchand Kurt Speyer cuando pasó a vivir en España, donde estableció otros vínculos para difundir su obra, radicándose cerca de Barcelona y pasando en los últimos años a residir en el pueblo de Borja, cerca de Zaragoza. Desde allí se dio la noticia de su muerte, que permite recordar —al margen de su obra— lo que era Glauco en la vida, como interlocutor siempre interesado por los asuntos mundiales, por el rumbo de las sociedades contemporáneas, por el vaivén de la cultura que sabía explorar en sus múltiples contactos y sus copiosas lecturas. De ese hombre, y no sólo del pintor, ha que despedirse ahora desde esta comarca en que vivió la primera mitad de su vida.